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domingo, 19 de diciembre de 2010

José Carlos Martínez, de puntas en la CND


El periodista Roger Salas asegura en El País que el ministerio de Cultura fue a buscar a José Carlos Martínez a París para que dirigiera la Compañía Nacional de Danza. Los del Inaem le pidieron al bailarín murciano que se aprestara para el concurso público convocado para cubrir la vacante que dejó Nacho Duato al frente de la formación. La noticia de este tejemaneje ha llegado tarde, y los medios no han podido ejercer en paralelo su postura crítica al respecto. El Gobierno ha actuado en este caso más deprisa de lo que un tahúr amaña la baraja. Y nos ha timado: una vez más iba a representarse la comedia del proceso de selección. Una vez más la cultura iba a mostrarse refractaria a la igualdad de oportunidades para después escoger la excelencia. El clientelismo volvía a asomar las orejas. Quienes le han visto bailar aseguran que Martínez, el nuevo director, es un hacha. Pero un maestro del clásico. Así que confirmado queda el rumor: Cultura introduce el ballet de puntas en el repertorio de una compañía que lleva muchos años sin practicar seriamente con la barra. Una formación de treinta bailarines que se manejan como pez en el agua con las contorsiones del contemporáneo, sobre todo en el estilo "duatista", conocido en el mundo entero. ¿Qué sucederá a partir de ahora? ¿Cómo se adaptará al clásico una compañía respetada internacionalmente por su excelso nivel de contemporáneo?
Me decía el director en funciones Hervé Palito que cuesta unos cinco años alcanzar un estilo propio dentro de una compañía. Los ritmos, un poner los brazos, el trabajo en el suelo, el sello de una escuela... Porque sin estilo, en el arte, no somos nadie. La voz propia es lo que nos hace diferentes y contratables por parte de los teatros. La CND se desdibuja para volverse a reinventar, que puede ser también un reto, pero será un lustro de preescolar y puede que salpicado de bajas. Las puertas a la mediocridad estarán más cerca. La danza, siempre maltrecha en este país, no será excelsa ni en clásico (debería haberse partido de cero con otra compañía) ni en contemporáneo. No será ni chicha ni limoná. Mala cosa.