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domingo, 1 de abril de 2012

Literanta, un acto de humanidad

Las mejores lecturas de mi vida me las ha dado La Central del Raval, una librería barcelonesa que ocupa la antigua capilla de la Misericòrdia de la calle Elisabets. Me solazaba muy a menudo en sus estanterías porque cursaba un postgrado todas las semanas en la cercana Universitat Ramon Llull. Hacer tiempo allí se convirtió en costumbre. No había semana en la que no cruzara su umbral y no echara un vistazo al expositor de los recomendados. Cuántas veces vi libros de mallorquines en ese recodo. Nos cuidaban bien. El caso es que las libreras ya me conocían. A veces no compraba nada, pero conversaba con ellas sobre Palma, siempre me hacían preguntas, y yo siempre acababa igual: en Palma no hay una librería como ésta. Triste por mis últimas palabras, me despedía de ellas, y a la semana siguiente la operación se repetía. Hasta que volví a Ciutat.
Año 2005: a mi vuelta, unos locos estupendos (Antoni Sureda y José Luis Martínez, actual capitán de La Biblioteca de Babel) habían abierto una librería color granate en la calle Fortuny. Literanta se abrió a mis ojos como La Central barcelonesa, pero sus medidas eran más modestas, proporcionales a la ciudad. Desde entonces, las lecturas más importantes me las ha suministrado esta librería y mi librera Marina P. De Cabo, actualmente al frente de Literanta junto a Sureda y Sergio González. Sin duda, Palma no tendría hoy la potencia cultural que ostenta si no fuera por este establecimiento pionero. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo, porque en general (siempre hay excepciones) en los años noventa la ciudad no tenía librerías decentes. Y el modelo europeo de Literanta obligó a muchos botiguers a ponerse las pilas e incitó a otros a abrir fantásticas librerías: Àgora fue una de ellas. En el tiempo que coincidieron a todo gas Literanta, Àgora y La Biblioteca de Babel no había semana en que no hubiera actos literarios en Ciutat. Incluso había días en los que elegir suponía un sacrificio, un crimen.
El pasado miércoles la librería de la calle Fortuny cumplió siete años. Y hubo fiesta hasta la madrugada. Con Marina estuvimos hablando de que Literanta se había convertido también en un punto de encuentro para los palmesanos, un lugar donde te encuentras a todo el mundo que deseas encontrar, un espacio donde a los periodistas nos gusta quedar con nuestros entrevistados, un local donde en el calor de una conversación han surgido muchos proyectos culturales y un escenario habitual de presentaciones de libros e incluso de pequeños conciertos acústicos. Un espacio que no depende de mareas políticas y donde se hace cultura de base. En la fiesta me encontré con la exconsellera de Cultura Bàrbara Galmés; con Biel Mesquida, muy simpático y feliz por el éxito que está cosechando con su último libro Llefre de tu; con el realizador y dibujante Toni Nievas y su actor talismán Félix Maestro; con el artista Diego Ingold; con el editor y escritor Román Piña; con el autor Miguel Dalmau, y con muchos otros que le dieron carta de cosmopolitismo y, por qué no, de europeísmo al guateque.

En definitiva, Literanta es un lujo, la librería que me está dando las lecturas de mi vida, un espacio que cuida muy bien a los palmesanos y un centro cultural que sirve de altavoz a las inquietudes de la sociedad a la que sirve. No se me ocurre mejor servicio público. Porque para mí ir a la librería, en concreto a Literanta, es un acto de humanidad. Si vuelvo a ver a las libreras de La Central barcelonesa, ya no me despediré de ellas triste. Porque en Palma también tengo lo mejor.

*Las fotos las firma Literanta. Publicado en "Diario de Mallorca" el 2 de abril de 2012

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